En una boda, los momentos más hermosos son aquellos que suceden sin preparación: una risa inesperada, una mirada cómplice o una lágrima de felicidad. Por eso, la naturalidad es el ingrediente esencial de mis reportajes de boda.
Más allá de las poses clásicas, mi objetivo es acompañaros en silencio, captar cada instante sin interrumpir vuestra celebración. Cuando las parejas se relajan y disfrutan de su día, las imágenes se llenan de autenticidad. Esa es la magia de la fotografía documental: contar historias reales que transmitan lo que se vivió, no lo que se preparó.
Con más de 20 años de experiencia, sé que la clave está en generar confianza. Cuando los novios se sienten cómodos conmigo, las emociones fluyen y se reflejan en cada clic. El resultado es un reportaje lleno de vida, que os permitirá revivir cada emoción de vuestro gran día.